miércoles, 14 de octubre de 2009
De repente me debatía entre volver a caer y empezar desde cero. La habitación se volvió en un tono gris, oscureciéndose con cada segundo que pasaba. Mis ojos no dejaban ver con claridad, poco era el tiempo que permanecían abiertos. Sentí como el aire no respondía, como llegaba ese punzante dolor a mi pecho. Caí, temblando intenté levantarme. Primer intento, segundo sin lograrlo. Opté por quedarme allí y esperar, tan solo esperar. Por algún motivo, la angustia invadió mi cuerpo una vez más, a consecuencia sus lágrimas. Mi corazón latió tan fuerte como pudo, como si quisiese gritarme algo. (La tercera, la vencida)Tercer intento, dolor insoportable, caigo. Me planteo quedarme así, ver pasar la vida sin tomar riesgos. Qué fácil, que aburrido, que inútil. Me acomodo al plan, a la par que el otro hemisferio de mi cabeza me sacude a golpes dando la negativa, justificando con razones casi inaudibles en ese estado. Pensando en levantarme y en fracasar, no lo hago. Estallo en llanto sin saber el motivo del mismo, pensamientos obscuros por sobre todo. Una lágrima en mi mano me hizo dar cuenta que vivo, que sangro y que río. Siento, canto, sufro, camino. Un vaivén de emociones. Me decido a respirar puramente, hondo. Mi cuerpo se lleno de vitalidad, extraviada hace instantes. No perdí, no fracasé. Me levanto sin esfuerzo, sonrío entre lágrimas y vuelvo a empezar.
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