martes, 28 de abril de 2009


Cerró la puerta de su cuarto con furia y dejó que las sábanas secaran sus lágrimas. No quería creer que ya no lo tenía, que ya no podía abrazarlo y jugar con su rostro. No sentía necesidad de hablar con nadie, dejó que las cuatro paredes de su habitación vieran como se retorcía en llantos. ¿Por qué tenía que terminar así? Si bien fue por decisión propia, no quería… debía hacerlo. Ya no quería sufrir, simplemente ya no podía. En su cabeza se proyectaban miles de insultos sin sentido hacia él, ni siquiera los sentía.
El auto convencimiento solo sirve para maquillar una realidad dura, cruel. Pero sólo te hace más egoísta, hace que no reconozcas tus errores, y mucho menos que aprendas de ellos. ¿Por qué no podemos mirar hacia atrás y resaltar lo que hicimos mal? A pesar de que nos haga sentir bien, ese estado no es puro, y lo sentimos así, pero intentamos convencernos que todo es color de rosa. Y otra vez aparece.

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