domingo, 26 de abril de 2009


Ella sentía que podía hablar la vida con él, el sentimiento era correspondido. Sin embargo hubo algo que tornó su tostada piel en un tono pálido y sus ojos se volvieron dos cristales a punto de derramarse. Su corazón empezó a latir tan rápido como se lo permitía. El mismo olor, la misma sombra. Volvieron nuevamente esos horribles sentimientos, otra vez se sentía insignificante. Su sonrisa brillaba por su ausencia… una vez más.
Deshizo rápidamente los pasos que habían marcado juntos, dejándolo perplejo a su acompañante. No sabía que había hecho mal para que reaccionara de esa forma. Corrió tras ella en busca de una explicación. Y al llegar tomándola de sus hombros hizo que se diera vuelta. Su cara empapada por el agua salada que brotaba de sus ojos, su cabeza intentaba borrar aquella imagen que la atormentaba. Intentó escaparse con furia de las manos de el, pero éste sin entender la abrazó con fuerza para que deje salir todo ese llanto que se había tragado.
-¿Qué te pasa? ¿Qué pasa?-
-¡Me quiero ir! ¡Me quiero ir, por favor! -Gritaba desaforadamente, sus ojos permanecían cerrados, abrirlos significaba volver a revivir el momento una y otra vez, lo tenía grabado en su retina.
El seguía sin entender nada, no tenía ni siquiera un indicio. Ofreció acompañarla al hotel, y esperar a que esta esté tranquila. Puso su campera por encima de los hombros de la joven, ya que temblaba de frío a pesar de la alta temperatura. El seño preocupado no había abandonado su rostro, y el de ella ya había perdido el color, la alegría.

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