martes, 28 de julio de 2009

Un profundo dolor en el pecho hizo presencia. Rápidamente desbordó la humedad de sus ojos, perdidos. En su cabeza era todo un revuelo. Ya no tenía el control de sus emociones, la impotencia crecía a la par de las lágrimas que suavemente caían por su mejilla. La presión de su pecho aumentaba con los segundos, ya no entendía. No entendía ni por qué, ni como, ni cuando, ni dónde. Solía tener las respuestas a esas preguntas, pero hoy estaban tras una espesa neblina que ni ella ni nadie era capaz de atravesar. ¿Desde qué momento empezó su malestar? ¿Por qué no lo pudo prevenir, echarlo atrás? ¿Cómo podía hacer para volver a saltar a la cima? ¿Dónde encontraría las respuestas? Intentaba relajar los músculos de su frente, como si fuera la solución a su tormenta. Cerró los ojos para no ver, e intentó imposibilitar su oído para volverse a sí misma. Refugiarse en ella y no salir hasta que el cielo indique calma y los pájaros vuelvan a cantar.

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